A las pocas semanas de la llegada de los milicianos, un sonido hasta entonces casi desconocido comenzó a hacerse habitual. Era un sonido que provenía del cielo y que pasaría a convertirse para muchos, especialmente para los niños, en sinónimo de terror más que miedo. Los aeroplanos, con el ruido característico de sus motores, comenzaron a surcar los cielos y generalmente era para descargar su mercancía: regalos de metal cargados de muerte...
Aquella mañana todo parecía normal. Las escuelas se habían convertido en hospital de campaña donde ya se curaba a varios heridos menos graves provenientes de las escaramuzas entre bandos que se habían producido en los alrededores del pueblo. Algunos sacaban las mulas para que bebieran agua y pastaran. Los milicianos deambulaban por las calles... Gloria, la hija de la boticaria, vendía leche por las casas para complementar los ingresos familiares, un poco escasos; era una adolescente rubia, guapa, simpática, de buena presencia... Pero desde que había estallado el conflicto, andaba como triste y apagada. Cuando la tía María le abrió la puerta para comprarle el cuartillo de leche como hacía cada mañana, vió a la chiquilla tan asustada que le preguntó:
-¿Qué te pasa hija que vas con esa cara?
-¡Ay, tía María! Que la primera a la que van a matar en el pueblo va a ser a mí...
-¡Anda, anda!- le dijo la tía María para animarla- Que no te va a pasar nada. Estate tranquila...
Gloria siguió su ronda. A los pocos minutos comenzó a sonar aquel ruido en el cielo y enseguida aparecieron por el horizonte los aviones; abrieron sus panzas y salieron los proyectiles buscando las escuelas; el silvido en su caída libre era cada vez más cercano. De repente, sonaron varias explosiones; una bomba alcanzó el patio de la escuela e hizo saltar por los aires las tapias; las otras cayeron cerca de la fuente... Gritos, llanto y dolor... Cuando se alejó el ruido todo era confusión; pero tocaba hacer balance. Un miliciano muerto; un paisano y su mula, muertos... ¿Y Gloria? ¿Dónde estaba Gloria? La buscaron, la llamaron... pero no había respuesta. Al final, alguien encontró unos restos de cabello rubio en una pared de las cortes de las Escuadrillas, al lado de un cráter dejado por una de las bombas...
La tía María, al enterarse, lloró en silencio y pensó: "La pobre niña tenía razón. Ha sido la primera... Que Dios la tenga en su gloria". Aquel día triste y aciago fue el primero de muchos. La oscuridad se había instalado en aquellas tierras.
Pues eso, un proyecto de futuro, en positivo. Para aportar ideas, generar debate, proponer alternativas... para una vida rural. Todo y ahora, desde el Alto Tajo.
martes, 12 de febrero de 2019
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