jueves, 21 de febrero de 2019

Relatos 6

     El primer bombardeo fue una sorpresa para todos. Pero después de aquello no podía volver a repetirse el que los pillaran desprevenidos. Así que los milicianos decidieron tomar medidas; se construyeron refugios en la iglesia, el picozo y la cuesta la vega. Para avisar, se dispuso que sonarían las campanas  al menor síntoma de la llegada de los aviones. Así que una tarde, se subieron al campanario, descolgaron las campanas y se llevaron a la parte alta del pueblo, cerca de uno de los refigios antiaéreos. Aunque la operación no fue todo lo precisa que debía y una de las campanas se hizo mil pedazos.
     Los refugios y el aviso de campana no hacían desaparecer el temor pero daban una cierta seguridad. así se demostró una tarde de mitad de agosto; cuando sonó la campana, todo el mundo corrió a refugiarse; sólo algunos niños más pequeños que aún no entendían bien lo que pasaba y que estaban en sus juegos se despistaron, aunque al oír aquel ruido infernal se desató el llanto. Afortunadamente, algunos milicianos que se dieron cuenta corrieron a por los niños y cargados con ellos llegaron al refugio. Fue providencial y una demostración más de que, muy a pesar de algunos, aquellos hombres armados no eran todos unos desalmados.


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